En el ocaso de la vida, cuando todo parece ser gris; hay un ocaso color rojo
Todo lo vivido desde nuestro primer atardecer en esta tierra;
las alegrías, las tristezas, los sacrificios, los proyectos, los sueños.
Muchos recuerdan su infancia y su adolescencia, compartida con sus compañeros de aventuras; aquellas siestas escamoteadas a sus padres.
Reviven el comienzo de su adultez, del brazo de un amor que tal vez, fuera el primero y único; o quizás uno de los tantos.
Luego vendrá la madurez, con los primeros achaques, la nostalgia de aquella juventud que ya pasó, la menopausia o la andropausia, según el caso.
Los recuerdos cobran fuerza, y son solamente recuerdos; las canas se insinúan en el pelo, las arrugas surcan la frente, y el espejo se transforma en enemigo implacable que recuerda el paso del tiempo.
Por último llega la edad; esa que algunos llaman “tercera edad”, “vejez”. “ancianidad”; y uno piensa que la vida, se vuelve gris, porque está llegando a su fin; pero gracias a esos recuerdos, uno se mantiene vivo.
Muchos dicen que no es bueno vivir de recuerdos; claro, si esos recuerdos no son buenos. ¿Pero qué queda a cierta edad, sino los recuerdos?
Un ocaso gris teñido de buenos recuerdos, se vuelve un hermoso ocaso rojo, como el que contemplas en la imagen; además, después de un ocaso, otro atardecer nos espera, un atardecer tan hermoso, como nuestro primer atardecer en la tierra.
Jorge Marcelo Jasnin
Todo lo vivido desde nuestro primer atardecer en esta tierra;
las alegrías, las tristezas, los sacrificios, los proyectos, los sueños.
Muchos recuerdan su infancia y su adolescencia, compartida con sus compañeros de aventuras; aquellas siestas escamoteadas a sus padres.
Reviven el comienzo de su adultez, del brazo de un amor que tal vez, fuera el primero y único; o quizás uno de los tantos.
Luego vendrá la madurez, con los primeros achaques, la nostalgia de aquella juventud que ya pasó, la menopausia o la andropausia, según el caso.
Los recuerdos cobran fuerza, y son solamente recuerdos; las canas se insinúan en el pelo, las arrugas surcan la frente, y el espejo se transforma en enemigo implacable que recuerda el paso del tiempo.
Por último llega la edad; esa que algunos llaman “tercera edad”, “vejez”. “ancianidad”; y uno piensa que la vida, se vuelve gris, porque está llegando a su fin; pero gracias a esos recuerdos, uno se mantiene vivo.
Muchos dicen que no es bueno vivir de recuerdos; claro, si esos recuerdos no son buenos. ¿Pero qué queda a cierta edad, sino los recuerdos?
Un ocaso gris teñido de buenos recuerdos, se vuelve un hermoso ocaso rojo, como el que contemplas en la imagen; además, después de un ocaso, otro atardecer nos espera, un atardecer tan hermoso, como nuestro primer atardecer en la tierra.
Jorge Marcelo Jasnin
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